La prostituta que nunca pagaste
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No era tu estilo, la pelirroja. Era del tipo con cabellera naranja ardiente y una impecable piel pálida. En una de sus fotos se la ve usando una apretada camisa de franela, recortada para mostrar su abdomen. De inmediato pensé en el Día de San Patricio.
Ese era el tipo de pelirroja que ella era, el tipo que lleva tu imaginación, bueno, al menos la mía, a pensar acerca de sándwiches de carne curada y cerveza Guinness. Incrédula, recuerdo inclinar mi cabeza. No era algo propio de ti.
La primera vez que algo sospeché ni siquiera vivíamos juntos aún. Bebíamos vino y cogíamos todo el tiempo. Algunas veces incluso caminábamos hasta el barrio chino para comer algo. Cuando tenías algún trabajo que hacer en la ciudad pasabas la noche conmigo. El sexo mañanero siempre fue mi favorito. Te di una copia de las llaves de mi departamento. El portero conocía tu nombre a diferencia de todos mis amigos. Así es como tú y yo comenzamos.
Como sea. La primera vez que sospeché algo, habías pasado un par de noches en mi departamento. Llegué a casa para descubrir que ya no estabas, aunque habías dejado la tina usada llena. El agua estaba tibia y había un anillo de pelusas púbicas alrededor de la tina. Tu rastrillo descansaba sobre el alféizar de la ventana del baño, pequeñas burbujas de jabón seco lo acompañaban. Tu computadora estaba sobre mi cama. Tenía un desagradable sentimiento en el estómago al abrir esa pantalla. Sabía que lo que hacía estaba mal. También creo que sabía qué es lo que encontraría.
Nuestra relación era tan nueva que tu computadora no tenía ni contraseña. Ni siquiera te habías molestado en cerrar la pantalla del buscador. Lo único que vi fue a una morena de ojos azules que tenía, como me presumirías después, un culo sobre el que rebotarían monedas.
Ni siquiera estábamos realmente saliendo. Mis amigos te apodaron mi no-vio.
Me encantaba lo poco formales que éramos, pero la primera fue inesperada. Tú eras un chico de buen ver, teníamos sexo caliente y salvaje — seguramente no necesitarías pagarle a una extraña para que hiciera lo que yo hacía de manera gratuita.
Era tan ingenua. Peor, tenía curiosidad.
Antes de cerrar tu computadora, copié la dirección electrónica de la pantalla y la pegué en la…